El pasado 21 de octubre, los medios de comunicación seculares y católicos llenaron sus encabezados con la noticia de un supuesto cambio de postura en el Vaticano, afirmando que el Papa Francisco “alienta”, “respalda” y “aprueba” las uniones civiles entre homosexuales, a propósito del Documental Francesco de Evgeny Afineevsky. Sin embargo, estas “declaraciones” del Sumo Pontífice no solo fueron sacadas de contexto, también carecen de enlaces referenciales sobre la fuente, aclaración de terminología, y la postura de la Iglesia y del mismo Pontífice a lo largo de la historia.
¿De qué trata el documental? De “los desafíos de nuestro tiempo, las urgencias a las que hay que dar respuesta, la misión de la Iglesia dirigiendo su mirada hacia los más pobres, hacia los migrantes y los que sufren injusticias.”. Dentro de todas las problemáticas planteadas, afronta la situación de las personas homosexuales. Cuando Afineevsky le pregunta si un homosexual puede llevar a sus hijos a la Iglesia, el Pontífice responde “las personas homosexuales tienen derecho a estar en la familia, son hijos de Dios, tienen derecho a una familia. No se puede echar de la familia a nadie ni hacerle la vida imposible por eso. Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil, tienen derecho a estar cubiertos legalmente”.
Lamentablemente, ninguna de las noticias citadas anteriormente cuenta con enlaces o referencias a las fuentes de información primarias, y sería conveniente, ya que sus títulos sensacionalistas perderían su validez si alguien encontrase la fuente original. Incluso, los medios seculares, han cambiado sin escrúpulos las palabras “ley de convivencia civil” por “unión civil”, pasando por alto la diferencia que implica.
A propósito de la distinción entre “Ley de convivencia civil” y “unión civil”, conocer el concepto de cada uno es crucial para desmentir los enunciados, pues no se trata de algo puramente nominal. El Sumo Pontífice no manifestó que los homosexuales no pueden contraer matrimonio eclesiásticamente (contrario al Magisterio); pero civilmente, sí. De haber sido así, hubiera contradecido la fe católica, dado que los matrimonios cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son, por lo tanto, de eminente interés público, pues la familia fundada sobre el matrimonio entre hombre y mujer genera ciudadanos para la sociedad; por eso, el derecho civil le confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales no cumplen dicho papel para el bien común. Ratzinger (2003) siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe afirma que “constituye una grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho de la familia con el fin de obtener bienes que pueden y deben ser garantizados por vías que no dañen a la generalidad del cuerpo social.”
Precisamente, el Papa Francisco hace referencia a su postura en 2010 como Arzobispo de Buenos Aires, cuando la Conferencia Episcopal Argentina -CEA-, a la cual pertenecía, sin respaldar en lo absoluto la unión civil homosexual, afirmó:
¿Qué es entonces una “ley de convivencia civil”? No es de comprensión unívoca y tiene diferentes aplicaciones según las legislaciones de los diferentes países. Una ley establece para las partes condiciones sobre los derechos, obligaciones, responsabilidades, prohibiciones y sanciones. No son explícitas las condiciones a las que se refería el Papa, pero ya que se remonta a su postura de hace diez años en Argentina, es posible comprender un poco más el contexto con lo citado anteriormente.
Es clara la postura de la Iglesia respecto al “matrimonio homosexual”, recogida en el Catecismo de la Iglesia Católica. “Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (n.2357). Esta es la misma postura que ha tenido el Pontífice anteriormente, afirmando que es una “pretensión destructiva al Plan de Dios.”. Finalmente, también es conocido que no toda declaración papal se convierte en Magisterio, menos aún las entrevistas, conversaciones personales o documentales. Cabe destacar, por último, que “los homosexuales deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”, y el Papa Francisco se ha mostrado a favor de que ellos se sepan acogidos por la Iglesia y amados por Dios. Esa es la postura de todo católico: detenerse frente al que sufre, frente al marginado, al solo, incomprendido, o desechado. No pasar de largo, sino buscar las formas lícitas y morales para ayudarlo (que hay muchas), que se sepa mirado y tomado en cuenta, sea cual sea la raíz de sus males, inclusive el pecado. ¿No somos todos barro?